De una oveja a un lobo.....



ENTRE UN LOBO Y UNA OVEJA


Dedicado a los amores de diferente naturaleza


Él probó vestirse con piel de oveja para ver lo que se sentía, y ciertamente, para estar cerca de ella. Al poco tiempo se sintió incómodo, asfixiado y prefirió seguir siendo un lobo. Le llenaba el pecho y el ego ver cómo era respetado y temido por cualquier rebaño.


La oveja también probó (menos veces que el lobo) que se sentía ser loba. Sin embargo, fuera de su tendencia a apartarse del grupo, su mirada y forma de conducirse en ese entonces, resultaban ovejunamente obvias. Al poco tiempo también se sintió incómoda en una piel que no era la suya y cuestionó severamente aquello de que “el que anda con lobos a aullar se enseña”.


Más de una vez ella se preguntó por qué no había nacido siendo lobo o por qué él no nació siendo oveja. Ambos de la misma especie, del mismo rebaño o manada. La reflexión invariablemente cerraba con la misma conclusión: si hubieran nacido bajo la misma naturaleza muy probablemente no se hubieran sentido atraídos de esa inexplicable manera.


La cautela de ella en un principio obedeció más al recelo que al temor. Cada vez que lo miraba, un mecanismo interior se activaba instintiva e insistentemente recordándole las advertencias de los jerarcas… “cuídate de los lobos, sobre todo de los forasteros que andan lejos de su manada, buscan carne fresca”.


Ella prefería guardarse para sí lo que más de una vez percibió. Se sentía segura y protegida por una fuerza extraña, aún y cuando a medida que la distancia se acortaba, el olor a oveja recién devorada era difícil de ocultar por él . Cuando llegó su confesión, ella guardó silencio sin culpa de traicionar a los suyos por no advertir de su presencia. Era su naturaleza e instinto, no tenía por qué disculparlo ante los demás. Era un lobo.


Solían mirarse por largo tiempo de tal manera que aprendieron a hablarse con la mirada fija uno en el otro, estableciendo un puente a sabiendas que eso del instinto y de la naturaleza no salvaba la situación.





El límite de proximidad se fue desdibujando poco a poco. Con sigilo y cautela él llegó a acariciar su piel y con el tiempo a dormir en su regazo hasta el amanecer. Tenía miedo de sí mismo. No sabía lo que sucedía dentro de sí, pero una fuerza superior le impedía apartarse.


Con ella podía dejar de ser lobo al menos por unos instantes, por él ella podía dejar de ser oveja por unos instantes. Y eran tierra y hierba, noche y luna, lluvia y sol, oveja y lobo, lobo y oveja y eran uno. Después, ella regresaba al rebaño para protegerlo. Él se alejaba igual buscando mantenerla a salvo de su manada, conformándose con mirarla y rondarla desde lejos.


La oveja sabía que el lobo había jurado ante la luna protegerla y amarla, y ella ante el sol darle su luz y calor eternamente.






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EL PUEBLO DE LA UTOPÍA


Entre el cerro y la sierra se ha fundado un pueblo…


Se cuenta que ahí viven dos tipos, una mujer que bajó o subió del cerro y un hombre que bajó o subió de la sierra, no se sabe a ciencia cierta, lo que sí sucedió fue que un día se encontraron y sin darse cuenta, mientras hablaban, se miraban y caminaban, fueron abriendo senda hacia un lugar imposible de ubicar en un plano convencional.


Un sitio extraño que se materializa o desmaterializa con el fluir de la energía y la intensidad del pensamiento, por lo que todo lo que en él habita es más virtual que real, más celestial que terrenal. Ellos y su propia concepción del mundo ideal, con amigos, y vida, sexo, casas, cosas, lagos, montañas ideales e imaginarias.


Movidos por el morbo o la curiosidad, algunos han intentado cruzar el puente colgante que se extiende sin trazo firme del cerro a la sierra; sin embargo, son pocos los que lo logran. El trazo cambia a su antojo, lo mismo cóncavo que convexo, recto que quebrado, y a veces hasta toma forma caprichosa de espiral.


Definitivamente hay que tener cierto estilo y nivel para llegar ahí, y no nivel político, ni económico, ni cultural, ni social, anatómico o intelectual, sino más bien cierto rango entre la cordura y locura, entre la sensatez y la insensatez, esa condición extraña y prosaica que hace concebir, respirar, hacer y vivir el amor de forma poco usual y comúnmente cuestionable.


Él decía que había que ser de la misma tribu, y ella que además era preciso amar y saber deslizarse con destreza entre lo visible y lo invisible. He ahí tantas versiones encontradas respecto a si tal lugar existe o no, y lo que en él acontece. Yo he estado ahí y el hombre que amo también, así que contaremos la historia a nuestra manera.






Del lugar


Utopía es un pueblo amurallado en el día por cascadas de agua tornasol que caen, vuelven a subir y al atardecer se transforman en una lluvia de “buenas estrellas” que igual y armoniosamente suben y bajan sin cesar. El viento sopla y te eleva suavemente y te lleva de un lugar a otro como si te acunara y arrullara en medio de un día lluvioso o en una balsa por un apacible río, por lo que no es extraño, ni tampoco desagradable perder la noción entre la realidad y la fantasía.


Desde allí prácticamente todo es posible, no hay fronteras, ni distancias, ni principio ni fin, ni antes ni después. Dicen que el tiempo se cansó de establecerles a esos dos “date lines” y decidió sentarse meditabundo a observarlos ajustarse a sus tiempos y des tiempos.


A veces amanece de día y a veces de noche, y las puertas que separan el ayer, del hoy y del futuro pueden abrirse para observar la vida en perspectiva y retrospectiva, antes de continuar el trayecto. Puedes navegar y pasar al lado de tus “yo`s alternativos”, conocerlos y platicar con ellos, saber de tí y de lo que dejaste atrás, de lo que podrás ser y podrás adelante encontrar.


El futuro es un atardecer en tonos rojos, violetas y naranjas, el pasado un puente cubierto de hojas volátiles y secas de maple, y el presente del color que primero sorprenda al amanecer. Las palabras hermosas tienen un eco propio, suave, amoroso, a veces alegre, otras melancólico y triste. Se escriben y des escriben al tiempo que dan vueltas y crean poesía, y canciones, y cuentos e historias para dormir, para despertar, para amar.


Una inscripción en la primera casa te invitaba a reflexionar “Diferentes formaciones difícilmente convergen en un mismo camino” y luego una frase sobrepuesta con trazos seguros y alegres, “Hipótesis rechazada, hay excepciones”, y luego la última que rechazaba la penúltima… “Las excepciones…” una frase inconclusa que nadie se atrevió a terminar.






De ellos


Resultaba fácil verlos por ese pueblo que se adjudicaron como propio. Él le entregaba flores en cada beso, y ella olas de mar en cada mirada. Entonces él le amarraba un lazo de mariposas en el cabello, y ella le ponía una estrella azul en el pecho. Él se sentía único y ella mágica.


Elevaban el vuelo como aves que extienden sus alas y vuelan en sintonía y en libertad, una al lado de la otra. Y se sumergían bajo el mar siendo peces de colores nadando juntos, separándose, escondiéndose, encontrándose y besándose de nuevo antes de salir a la superficie. Y eran reptiles poco escrupulosos que se perdían enredándose húmedos y lujuriosos uno con el otro.


Y se incorporan y eran hombre y mujer caminando uno al lado del otro, uno enseguida del otro, uno en el otro.









De lo acontecido


Cuentan que un día algo raro ocurrió, y esto ya es mucho decir hablando de un lugar tan peculiar. Nadie sabe explicar qué pasó, porque razón el otoño brincó a la primavera y al verano, y los árboles empezaron de pronto a secarse, a caer y ser tragados por la misma tierra.


Hace muchos días que el cielo está nublado en el pueblo de Utopía, apenas un rayo de luz logra filtrarse. Las mariposas de su lazo han muerto, en la estrella de su pecho late una luz muy tenue e intermitente, las manos están frías, los labios secos y cerrados, los brazos cansados.


Por la noche se escuchaban pisadas sobre las hojas muertas. Apareció grabada una frase de Neruda en un árbol…….. pero fue cubierta poco a poco por las hojas que caían, que caían y caían.


Nadie más los ha visto ya por ahí. Algunos dicen que el pueblo ya les quedaba chico, otros que ya les quedaba grande, otros más que los dos corazones dejaron de latir en sincronía, y unos incluso cuentan que cuando uno de los dos dejó de latir, todo se detuvo.





Los viejos cuentan que mientras el pueblo se consume y duerme en una profunda utopía, al anochecer se escuchan cruzar los suspiros entre los cerros y la sierra.






Con toda el sentimiento, del alma mia..


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